CARLOS CASTANEDA





DITIRAMBO INTEMPESTIVO EN TORNO A CASTANEDA

(…)

He ido tras de ti, caminando largos inviernos,

Siguiendo un rumbo que nadie había trazado,

Preguntando en lugares extraños:

Voces, caras, gestos;

Tiempo inútil, tiempo enterrado.

(…)

Pero he seguido tus huellas sin desfallecer un solo instante,

Chapoteando descalzo entre la bruma de los pantanos,

La mirada atenta ante el peligro

Buscando tus manos blancas, blancas

Como mármol de sepulcro callado.

(…)

A tientas va descalza el alma fatigada

En busca de una luz que la redima(…)

                                                 

                                                                  Luis Avantos Swan, “del oscuro plumaje de Noviembre”.

   

¿Se acerca el fin del mundo? ¿No? Yo vivo cada día, cada secuencia de esta película que es la vida, cada grupo de momentos, como si fuera el último, la última batalla sobre la Tierra. Puede ser esta, ahora, ¡ya! (¡Ven muerte, bésame si puedes! ¡Te extraño tanto! -¿se entiende esto?-.) Ya digerí todo mi miedo, toda mi claridad, todo  mi poder, toda mi vejez y toda mi muerte, por minúsculos o inmensos que fuesen, sentado frente al mar y con total conciencia de mi basta soledad, disfrazada  a casi todas horas  de un incomprensible humor pasional y un imbécil teatro del absurdo innatos.

Amar es morir por Amor, y cuando la muerte no quiere llevarte, maldecirla por desconsiderada, y enfrentar (después de cien o mil rabietas, claro, y en desértico abandono) la tarea impuesta y única digna de nuestra condición humana, que enseñaba Juan Matus: Buscar la libertad.

Buscar la libertad, seguir pista, pasar pantalla, evolucionar, dejar de ser pollos de humaneros, preguntarse a uno mismo con plena sinceridad  ¿de qué va todo esto? Buscar respuestas pese a todo, estar dispuesto a morir peleando si fuese necesario, sabiendo que esta lucha es la mejor forma de morir para un esclavo, la máxima expresión de nuestra condición humana actual, de nuestro anhelo de libertad: Ser espartaquistas.

Dijo Heráklito, mientras jugaba con un grupo de niños, que todos los hombres adultos de Éfeso deberían ser ahorcados. ¿Es nuestra actual civilización mejor que la helénica? Basta con echar un breve vistazo por la ventana para comprobar que Occidente es un cementerio (¿Heráklito veía?).

No han dejado, pese a todo, de haber gentes videntes, sabios, grandes rishis alimentados por el conocimiento védico o porciones de la infinita regla del nagual, genuinos guardianes del verdadero conocimiento humano, preservadores de la oportunidad mínima, y que tanta falta hacen ahora mismo.

Hace ya más de quince años que desapareció uno de ellos: Carlos Castaneda. Partió, dirán algunos, dejándose aquí el pellejo ( y nunca mejor dicho) al intentar dar la máxima luz al mundo lo mejor posible; lo suyo fue un acto de verdadero amor (“más allá de bueno o  malo” -Nietzsche-) que le costó la vida (el que necesite más aclaraciones para entender este punto –que el nagual Castaneda fue un maestro de luz que seguía los designios de lo abstracto-, que estudie, y si no que cierre el pico, que la suya es ruta de guerreros, de Aryunas templados para dar lo mejor de sí en cualquier situación concebible, de genuinos cumplidores del dharma; No hay sitio para aprovechados falsos gurús escribe libros, llorones afeminados colgados de la teta de mamá, ni seductoras de diseño.) ¡Esto es la guerra, más madera! (Groucho)

Estas palabras van de submarinismo, de ser delfines y ballenas de nuevo, de recordar el amor cósmico salvaguarda del guerrero viajero, sin el cual naufragaríamos. Olvídense un poco del inventario humano cultural si van a leer esto (si pueden) no vayan a ofenderse. ¡Abajo la falsa humildad!

¿Qué significa recordar el amor cósmico? Significa limpiar el vínculo de conexión con la shakti. ¿Qué es la shakti? Lo femenino universal tergiversado por el saber del poder patriarcal, a través de las religiones y la filosofía, para que no lo descubramos. Lo han llamado Dios, Padre, Espíritu y otras masculinadas por el estilo y en mayúscula. ¿Por qué los chamanes llamaron espíritu al espíritu, si el espíritu es femenino, no masculino?, ¿Por qué le dieron un nombre masculino? Dios no existe, existe diosa. Diosa es lo conocido, lo desconocido y lo incognoscible. Sí, Nietzsche dijo la verdad: “el conocimiento es una mujer”. Tiene una parte evidente, otra oculta que se va desvelando y no tiene fin, y una tercera inaprensible, que se sabe que esta ahí, pero que jamás descubriremos.

Lo masculino existe como una expresión del poder femenino, es una creación de lo femenino; un aspecto de lo femenino se disfrazó de masculino para crearlo. El aspecto masculino es finito y cognoscible. Cuando desaparece sólo queda de él lo esencial femenino que le dio a luz. La evolución del Hombre es ser mujer.

Ser femenino (no afeminado), en su máxima expresión, es ser uno con la creación, crear, hacer magia, y da igual tener lingam o yoni.

Pero permítanme presentarme, ¿Quién soy yo para hablar así? Soy simplemente un occidental más, zarandeado al máximo (hasta el límite, pués más allá sólo hay locura o muerte rodeados de sufrimiento calvárico) por las enseñanzas de don Juan Matus, para servirles. 

 

You never know what is enough unless you know what is more than enough.

(No sabrás lo que es suficiente hasta que sepas qué es más que suficiente)

WILLIAM BLAKE

 

¿Cuál es el propósito de la vida humana? Acrecentar la conciencia de ser. Y en lugar de esto, ¿qué nos encontramos haciendo los humanos? Nos encontramos navegando en un automatismo asesino capaz de mandar cohetes al espacio, por un lado, y de defender un orden social que necesita de la guerra y la miseria más aberrante, por otro. ¿Cómo nos lo explicamos? ¿Nos lo explicamos? Para escribir aquí, en la forma concreta en que lo estoy haciendo, la sociedad tiene que asesinar a cada minuto. ¿Por qué? ¿Qué nos hace tan computerizados y tan desalmadamente ignorantes a la vez? That´s the question. Y la respuesta es: no sabemos amar.

No sabemos que es el amor, ni nada, habitamos en el peor de todos los males: la ignorancia más supina. Seguimos necesitando a un Sócrates y seguimos queriendo asesinarlo a cada instante. Quisimos creer que nos atrevimos a pensar, cual ilustrados, pero ni siquiera nos atrevemos a vivir. Atajo de cobardes, tontitos sabelotodo, incapaces de pensar racionalmente, en busca cada vez de más alienante miseria.

Decía Erich Fromm, que una sociedad que impide el desarrollo del amor, a la larga, perece. ¿Estamos pereciendo? Parafraseando a Henry Miller, ¿el cáncer lo está devorando todo?

El camino del conocimiento empieza reconociendo lo tonto que uno es y lo listo que uno se cree. Sin este primer paso no hay camino. Y sólo a partir de aquí, podemos desplegar el mapa.

Uno de los mapas más radicales, de los que más pueden hacer que un occidental se sacuda en los calzones, es el mapa Tolteca.

El Tolteca es el buscador del conocimiento, el héroe mítico encarnado, en guerra constante, cual Aquiles, en el campo de batalla que es el mundo. Ser Tolteca es ser heroico. El tolteca no habita el mundo de la gente, está fuera, buscando las respuestas, en el sitio donde uno no siente lástima de sí mismo, al otro lado de la frontera social. Sin límites, ni leyes humanos. Sobrevive semejando a un astronauta. Ha aprendido a estar solo. Sabe Amar. Recibe todo de la shakti universal, su amante cósmica emergente en la pureza de su corazón, hijo de la madre Tierra. No tiene intereses egoístas, sólo tiene vida por vivir, y lo hace desde el cielo, desde el paraíso de la comprensión total, desde la gracia crística, desde la sagrada bienaventuranza divina, que es derramada sobre él como un extático dorado polvo eterno de estrellas. El Tolteca sabe, porque no se importa a sí mismo, porque ha descubierto que no hay diferencia entre un microbio y él mismo, entre una brizna de hierba y el padre Sol, entre un rey y un mendigo. Cohesionado en el matraz del sufrimiento, ha encontrado el secreto mistérico oculto dentro de sí. Se sabe un dios creador arrojado al infierno del olvido, puesto a prueba por las leyes del cosmos. El Tolteca ve las sombras de barro, asuras vampíricos custodios del dolor humano, depredadores de la oscuridad, carceleros del alma. Por ello, florece en el perdón, a la vez que reivindica en lo más profundo de su alma, una oportunidad mínima para su prójimo.

 

“El lenguaje y el conocimiento son cosas separadas”

Don Juan 

 

Decía Erich Fromm, que el ser humano se encuentra recluido en su propia conciencia de separatidad, caracterizada por la presencia de la muerte como irrevocable destino, y por una percepción del mundo y del Hombre atrapada en la telaraña de los prejuicios del entendimiento (en un sentido hegeliano, entendimiento o  sentido común, que no razón dialéctica). La solución dada por Fromm, para la angustia emergente de esta toma de conciencia, más o menos franca, y  principio de todo filosofar verdadero, es el amor, entendido como un arte que debe aprenderse, llevándonos, en su máximo logro, a la trascendencia de la razón, pues esta, finalmente, no concede una percepción de la esencia última de todas las cosas, como quisiera el idealismo racionalista, sino que más bien, la razón, en su despliegue sobre el mundo, al conectarse con la intuición, exige un salto allende al pensamiento. Pretender dar cuenta de todo a través del pensamiento, es una monstruosa ignorancia que lleva atrapando a  la filosofía occidental más de 2500 años y de la que no han escapado muchos de los más grandes filósofos (los pantanos occidentales, cantó Rimbaud). Sistemas como el presentado por Hegel, por ejemplo,  en su fenomenología del espíritu, se vuelven irracionales (contrarios al desenvolvimiento pleno de la capacidad pensante), a la hora de exponer las posibilidades del arte y la religión como puertas conductoras para la energía psíquica (atrapada en las redes de la enajenación mundana) hacia un estado de realización humana, cuando, en cualquier caso, hagamos lo que hagamos, todos nuestros actos, como bien comprendió el filósofo alemán, se alienan cotidianamente. Así, en los máximos exponentes de la corriente racionalista, Spinoza, Hegel o Marx, encontramos más un planteamiento del problema de la existencia humana, una determinada toma de conciencia del estado de enajenación que soporta el Hombre, que soluciones claras a este problema. Spinoza enseña una suerte de discurso panteista, en algunos casos más intuitivo que lógico, capaz de alegrar el espíritu de cualquiera, como todo planteamiento brillante acerca de la condición humana, pero que a lo sumo, sólo afloja un poco los grilletes que construyen las limitaciones del pensamiento; Hegel nos ofrece un idealismo romántico donde, a fin de cuentas, todo depende del demiurgo universal, quien dictaminaría nuestros destinos dejándonos, a lo sumo, encajonados en el aristocrático privilegio del razonamiento dialéctico idealista; y Marx, penetra con su genio en las determinaciones materiales que construyen anárquicamente un mundo de relaciones humanas atrapadas en la inconsciencia, pero desconociendo que las viejas herramientas de la mente filosófica no son suficientes para un cambio radicalmente revolucionario, aunque, por otro lado, en él se encuentre el último gran desarrollo de la filosofía occidental, al entender el problema de la libertad humana en términos de búsqueda de un hacer en el mundo no enajenante, no represor, no encadenante, sino consciente de las leyes que rigen el mundo y al ser propio, y que siendo conocedor de estas leyes, y por lo tanto con poder para cambiar nuestras vidas, pueda dar cumplimiento a nuestras necesidades reales y no ficticias, esto es, creadas falazmente por el poder establecido (como hasta ahora ha sucedido en todas las sociedades conocidas por los historiadores –porque hubo otras...), un hacer que ilumine a la humanidad con un nuevo fuego más abarcante que el de Prometeo. Pero como expresaba Lenin, y en vista de los resultados, el marxismo no ha pasado del campo de la buena intencionalidad al del programa capaz de promover el camino de la libertad.

Le correspondería a cada individuo, apuntaba Fromm, desarrollar una visión crítica capaz de hacerle tomar conciencia, por un lado, de la imposibilidad del fomento del amor en las sociedades modernas, tan necesitadas de mentes automatizadas, y por otro, de la consecuencia final del planteamiento racionalista de trascender la razón, si se ha de ser coherente con su desarrollo.

Se trataría ahora de  dar mazazos, no al sistema capitalista desde una praxis revolucionaria alimentada en las premisas del materialismo dialéctico, sino al propio filosofar, a nuestra tradición filosófica entera, incluido su máximo grado de desarrollo o verdad, el marxismo.

“Después de Marx no ha habido filosofía”, indicó Sartre, y esto es así desde la perspectiva de la razón dialéctica, que entiende al mundo en términos de las máximas posibilidades del pensamiento humano occidental.

El pensamiento humano occidental, dentro de sus limitaciones, aporta el más alto grado de verdad en su vertiente materialista, porque el idealismo rompe la estructura racionalista siempre en algún punto para justificar su impotencia en la  resolución de la problemática existencial humana. Por el contrario, el punto de vista materialista, está ligado siempre, en última instancia, a la necesidad de romper el orden de cosas existentes que colocan al ser humano en ese estado de impotencia resolutiva, lanzándose al estudio de posibilidades nuevas de acción. 

Ahora bien, la falla común a ambas vertientes, idealismo y materialismo (que no es sino la falla de lo que en este escrito estamos llamando el pensamiento humano occidental), viene determinada por las posibilidades perceptivas que ofrece la razón humana cuando está desconectada del todo, ejerciendo una soberanía que no le corresponde, en la dirección de la maquinaria mágica que contiene cada individuo.

Nacemos con toda nuestra energía, con una estructura físico energética completa de la que somos despojados en el proceso de socialización. Nacemos en blanco y nos vamos ensuciando con todas las directrices culturales y educacionales, que nos hacen perder nuestro poder personal natural, nuestra capacidad creativa, lo que significa, entre otras cosas, nuestros poderes crísticos hasta hoy desconocidos. Lo único que “escogemos” es la modalidad de neurosis, de enajenación, la forma concreta en la que hemos de deformar nuestros campos de energía, cómo preferimos olvidarnos de nuestro propio espíritu de sabiduría, amor y poder.  ¿Qué determina nuestro cisma entonces, nuestra ruptura, nuestra separación de la propia esencia? Las energías asúricas del yoga, los voladores del chamanismo, los depredadores de la conciencia: Masas de conciencia inorgánica que nos fuerzan a pensar a cambio de nuestra energía, entidades empeñadas en imposibilitar la evolución del ser humano, quien atrapado en las limitaciones de la percepción ordinaria, no puede ver nada y por lo tanto niega toda posibilidad de descubrir la fuente de su sufrimiento.

Los humanos hemos sido cazados en una trampa perfecta, desde el punto de vista de un estratega, decía don Juan.

Todo es materia y energía. La esencia última de todas las cosas, de toda materia, de toda energía es conciencia de sí. Todo cuanto existe, todo objeto, independientemente de la calidad de su densidad material, está superpuesto sobre conciencia, emana o se ha desarrollado de ella. Desconocer esto significa no poseer sabiduría. Sin sabiduría cualquier cosa que hagamos, cualquier objetivo, es, ante todo, acción enajenada. Lo opuesto implica vibrar en la conciencia y seguir sus designios. Es el Yoga hinduista o el intento chamánico.

Estar en el intento es entrar en la vibración universal y, dentro de ella, no perderse fuera de la directriz evolutiva dictada más allá de lo cognoscible humano, es aceptar los designios de lo abstracto, someterse a las leyes que rigen el universo, soñar cada vez más libertad.

La conexión, es asunto personal, conocimiento silencioso. No es transmisible, es un darse cuenta silente donde la mente pensante no entra en juego.  Por ello, el conocimiento y el lenguaje son cosas separadas. Este escrito no es conocimiento, es un modo de insistir, de apuntar hacia la existencia del conocimiento.

El conocimiento es un determinado estado perceptivo, un grado de reconexión, una toma de conciencia de la energía inmanente a todo lo existente y que abarca incluso el vacío universal. Esta energía sutil, este grado de densidad material es conciencia. El universo es conciencia, un darse cuenta. 

 

De la maestría de estar consciente de ser.

 

Las premisas básicas dadas por Carlos Castaneda acerca de la maestría de estar consciente de ser:

1. El universo es una infinita aglomeración de cam­pos de energía, semejantes a filamentos de luz que se ex­tienden infinitamente en todas direcciones.

2. Estos campos de energía, llamados las emana­ciones del Aguila, irradian de una fuente de inconcebi­bles proporciones, metafóricamente llamada el Aguila.

3. Los seres humanos están compuestos de esos mis­mos campos de energía filiforme. A los videntes, los seres humanos se les aparecen como unos gigantescos huevos luminosos, que son recipientes a través de los cuales pa­san esos filamentos luminosos de infinita extensión; bo­las de luz del tamaño del cuerpo de una persona con los brazos extendidos hacia los lados y hacia arriba.

4. Del número total de campos de energía filiformes que pasan a través de esas bolas luminosas, sólo un pequeño grupo, dentro de esa concha de luminosidad, está encendido por un punto de intensa brillantez locali­zado en la superficie de la bola.

5. La percepción ocurre cuando los campos de energía en ese pequeño grupo, encendido por ese punto de brillantez, extienden su luz hasta resplandecer aún fuera de la bola. Como los únicos campos de energía per­ceptibles son aquellos iluminados por el punto de bri­llantez, a este punto se le llama el "punto donde encaja la percepción" o, simplemente, "punto de encaje".

6. Es posible lograr que el punto de encaje se des­place de su posición habitual en la superficie de la bola luminosa, ya sea hacia su interior o hacia otra posición en su superficie o hacia fuera de ella. Dado que la brillan­tez del punto de encaje es suficiente, en sí misma, para iluminar cualquier campo de energía con el cual entra en contacto, el punto, al moverse hacia una nueva posición, de inmediato hace resplandecer diferentes campos de energía, haciéndolos de este modo perceptibles. Al acto de percibir de esa manera se le llama ver.

7. La nueva posición del punto de encaje permite la percepción de un mundo completamente diferente al mundo cotidiano; un mundo tan objetivo y real como el que percibimos normalmente. Los brujos entran a ese otro mundo con el fin de obtener energía, poder, solu­ciones a problemas generales o particulares, o para en­frentarse con lo inimaginable.

El intento es la fuerza omnipresente que nos hace percibir. No nos tornamos conscientes porque percibi­mos, sino que percibimos como resultado de la presión y la intromisión del intento.

9. El objetivo final de los toltecas es alcanzar un esta­do de conciencia total y ser capaces de experimentar todas las posibilidades perceptuales que están a disposición del hombre. Este estado de conciencia implica asimismo, una forma alternativa de morir.

(Texto tomado de: Carlos Castaneda, “El conocimiento silencioso” Editorial Swan Avantos & Hakeldama, colección el compás de oro.)

Carlos Castaneda, como doctor en antropología, formado en UCLA, presentó su tesis doctoral alrededor del conocimiento milenario de los chamanes, lo que introduce, o hace, que su exposición se adhiera al continuum o desarrollo del pensamiento occidental. Las ideas presentadas por Castaneda no son las creencias simplemente de ciertos grupos antiguos, si no que son un eslabón más del desarrollo de la cultura occidental, por ser presentadas por un occidental y aprobadas como tesis doctoral. Desde ese momento, en occidente existe una corriente de filosofía chamánica  (originada, como pensamiento integrado dentro de la cultura occidental,  por Carlos Castaneda) como existen el Postmodernismo, el existencialismo, el Marxismo, la fenomenología, el psicoanálisis, la antropología cultural, etc, etc.

Nos son presentadas sus ideas dentro de la antropológica emic, su enfoque antropológico, dirigido al estudio del cuerpo de pensamiento chamánico, utiliza este mismo cuerpo de pensamiento para presentar la visión antropológica, con lo que se diferencian, desde la separación disciplinaria occidental, un análisis antropológico, por un lado, y un sistema filosófico, por otro, aunque no desligado del primero, que confiere un aporte desconocido hasta hoy por los planteamientos occidentales filosóficos precedentes. El análisis de Carlos Castaneda es filosófico, en el sentido de lo que entendemos por filosofía en occidente: un anhelo de saber, de comprender objetivamente la realidad, al margen de creencias o consideraciones religiosas o místicas, en el sentido de delegar nuestra propia posibilidad de desarrollo en manos de un poder superior (o el arraigado puerilismo humano inconsciente expresado en el deseo de ser salvados por Dios)*. Su discurso es una visión fenomenológica, superior al discurso Hursselliano o de Marle Ponty, porque aporta una praxis, una vía para acceder a la visión desprejuiciada de la realidad (o Yoga). Esto no existía antes en Occidente.

Sin embargo, en los ámbitos académicos asistimos, desde las alambicadas discusiones eruditas, al desprecio mayúsculo hacia la obra de Castaneda.

 “Es un imbécil quien exige pruebas para creer en aquello que es incapaz de percibir y tonto sería el que se esforzara por probar algo a semejante imbécil”.

William Blake

*Al respecto de lo dicho, de acuerdo a nuestro saber, y para que nadie se confunda o mal interprete este necesario párrafo anterior, válido en cuanto a su relación a lo que se está defendiendo, diremos, que según el Bhagabhad Guita, Dios salva a sus devotos. A sus devotos…Esto es, a sus guerreros, pues un genuino devoto es un guerreo que por el poder de su fe (o intento) escoge amar lo divino por encima de cualquier contratiempo o dificultad, lo que comprende focalizar su energía mental según los yamas y niyamas del yoga, despertando a la meditación del amor a la divinidad, transmutación interna capaz de manifestar el alma o cuerpo de luz, lo que permite una continuidad más allá de esta vida, o dependiendo de la necesidad del shakta, una encarnación favorable para completar el desarrollo de su espíritu según su karma o las particulares lecciones que le queden por aprender en este mundo todavía. Pero el infantil hombre carente de voluntad que se declara devoto del Señor y sin embargo no emprende un trabajo sobre sí verdadero para someter a su egoismo, no es un devoto real, no es un shakta, no es un guerrero, no puede cristalizar su cuerpo de luz.

 

 

SEXUALIDAD NAGUAL

  La lectura del presente escrito (para su completa comprensión) requiere estar antes familiarizado con los términos toltecas y con las explicaciones dadas por Carlos Castaneda en sus obras, puesto que aunque se ha hecho un esfuerzo por acomodar el discurso a términos universales a través de las correspondientes definiciones o explicaciones, tales explicaciones, en determinados pasajes, habrían entorpecido demasiado la redacción en su conjunto, o requerirían un glosario de términos que sobrepasarían mucho la extensión de estas líneas, por lo que remitimos a los interesados en estas temáticas a las obras citadas al final.

 

Los cuatro usos del término nagual.

 

Según la tradición tolteca dada a conocer por Carlos Castaneda, nagual es el nombre dado al Espíritu, al universo como fuerza creadora total, al cuerpo energético y a la pareja de guías de una partida de guerreros que se entrenan en el viaje por el infinito.

 

Nagual como Espíritu.

 

Nagual como Espíritu se refiere al Intento, a lo Abstracto, al aspecto indescriptible que rige el devenir universal. La Voluntad del universo. A veces también se denomina llamar al Poder llamar al Nagual o al Epíritu. Aquí el Nagual es la conciencia cósmica que nos catapulta hacia mundos más allá del nuestro o simplemente nos eleva por encima del barniz racional que tiñe nuestras posibilidades reales hacia el reino de lo maravilloso.

 

Nagual como universo.

 

El Nagual como universo creador debe entenderse como creador de órdenes, a partir de lo que surge el orden o los tonales. Totalidad creadora.

 

Nagual como cuerpo energético.

 

El nagual como cuerpo energético corresponde a lo que en la tradición cristiana se llama alma, y que hay que desarrollar. El alma es lo que nos permite viajar a otros mundos en esta vida y después de concluir el tiempo aquí en la Tierra. Tener alma implica tener individualidad o yoidad más allá de esta vida. Sin nagual o alma no hay vida real. El nagual confiere dualidad real o doblez, la presencia de un segundo cuerpo en el que expresar la conciencia individual. Quien desarrolla su nagual o alma aspira a tornarse sabio.

 

Nagual como ser doble.

 

Por último, también reciben el nombre de nagual en singular y naguales en plural, cada uno de los guías al frente de un grupo de guerreros viajeros. Se habla aquí del hombre nagual y la mujer nagual. También son llamados seres dobles, que es uno de los significados etimológicos del término nagual, doble. La mujer o el hombre nagual, los seres dobles o naguales, se caracterizan por tener una mayor masa energética. La que a través del ver se percibe como dos cuerpos oblongos u esféricos de luz superpuestos uno sobre el otro. Son dobles, pues el no nagual es visto como un único cuerpo o esfera de luz. Estos seres dobles, en general, suelen destacar en el mundo social como grandes líderes o ídolos de masas en diferentes ámbitos culturales. Si se dedican a la enseñanza abierta acerca del más allá suelen devenir en genuinos maestros; y si se involucran en el camino del guerrero tolteca, ha de ser porque fuerzas inconmensurables les arrastran por esos derroteros aceptando entonces la responsabilidad de guiar una partida de exploradores del universo. En este último ejemplo se habla de un nagual o naguala estrictamente como seres conscientes tal y como refiere el término nagual. En otro caso, serían “naguales” que no son naguales, pues no se encuentran involucrados en el trabajo de guiar a una partida de guerreros, trabajo que corresponde a una determinada tradición milenaria mesoamericana, de donde procede la palabra nagual.

Estas son las definiciones conocidas y aceptadas del término nagual según los toltecas o gentes de conocimiento. Para desarrollar el tema central de nuestro escrito utilizaremos las dos últimas, el caso de nagual como alma y el caso de pareja de naguales o seres dobles.

 

Sexualidad nagual.

 

El sexo sin alma o para el alma es sexo animal, inconsciente, mecánico. Moviliza las energías de la persona pero no es utilizado a favor del desarrollo interior y, si deviene en mejora, ésta es siempre transitoria y parcial, no resulta en acumulación de energía ni en su correcta redistribución, que es la meta de la alquimia interior.

El primer factor imprescindible para hablar de sexo alquímico consiste en el nivel de desarrollo de cada miembro de la pareja previo al encuentro sexual, o el trabajo desarrollado conjuntamente entre los amantes, independiente del trabajo sexual. Para que la alquimia sexual aflore los amantes han de haber desarrollado cierto grado de conciencia fruto de su trabajo sobre sí. Sin este trabajo sobre sí, al margen del sexo, la alquimia ni se asomará, por mucho que fantaseemos que así es. Seguiremos fijados en un plano simiesco. (1)

Existen escuelas que proponen técnicas sexuales para el desarrollo interior, sin embargo, tales métodos, en la mayor parte de los casos, serán sólo distintas formas de introducir nuevos desórdenes en el área sexual si no van acompañadas de un trabajo consciente sobre sí independiente de lo sexual. El sexo alquímico requiere cierto grado de conciencia para producirse, no sobreviene nunca por acción sexual ninguna si no existe una conciencia acrecentada anterior.

En términos toltecas, el ser humano, como conciencia individual, es un punto de encaje. Que piensa y siente, en su proceso de desarrollo como guerrero/a, en función de la posición de lo que él/ella es como punto de encaje dentro de su esfera luminosa. Para un guerrero su sentir y su pensar dependen de la posición de sí como punto de encaje (o de la posición de su punto de encaje), de qué bandas de emanaciones puedan tender a encajar según el entrenamiento específico al que hayan sido sometidos. Así, por ejemplo, los antiguos brujos y sus métodos de entrenamiento tendían a desplazar el punto de encaje hacia los bordes de la banda del hombre (2), lo que desembocó en una preponderancia mórbida en su carácter. Desde estas áreas la alquimia sexual, aún produciéndose, se limita. Es necesario, para una alquimia total que desemboque en la creación de lo que los antiguos atlantes y lemurianos llamaban ba divino (equivalente de conciencia crística), el tipo de entrenamiento promovido por los nuevos videntes, donde el punto de encaje tiende a desplazarse a lo hondo de la banda del hombre, dando lugar en los guerreros a un carácter más armónico, marcado por la elevación Kundalini de forma óptima. Es el camino con corazón, donde se genera la energía más fina o amor. Si un hombre y una mujer tales se encuentran en sus polaridades el efecto resultante sólo puede recordarnos las antiguas leyendas orientales, donde los amantes emergen volando más allá de este mundo, y por encima de fatales trampas astrales, hasta reinos nunca imaginados o aun no descritos u olvidados por la frágil memoria de los hombres, quienes, cual saurios, que también se dice gobernaron la Tierra, no están exentos aún de desaparecer de golpe de su faz, dejando, eso sí, restos y osamentas de inferior calidad a la de aquellos…

En el camino tolteca sólo cultivando los atributos del ser guerrero (3) se puede aspirar a lograr tal equilibrio. De lo contrario los guerreros se hallarán caminando hacia lo que en cristianismo se denomina una fusión errada de la voluntad. Cuya corrección se dice que sólo puede llevarse a cabo con terribles sufrimientos. Aunque ahora sabemos también, gracias a las tradiciones orientales, que una refundición de la voluntad se puede ejecutar con éxito sin estos terribles sufrimientos a través de determinadas energías sanadoras del universo (que transmutan en formas nunca vistas y que nunca antes estuvieron a disposición de los seres humanos).

Volviendo a la cuestión sexual que nos ocupa, nos quedaría decir en este apartado que la alquimia puede producirse entre seres complementarios energéticamente también cuando uno solo de los componentes de la pareja se halla en un estado de trabajo elevado sobre sí. Sólo que en este ejemplo la alquimia con efectos duraderos afectará a este único miembro, a no ser que tal miembro sea un ser doble, en cuyo caso puede afectar alquímicamente a su pareja, ya que los seres dobles son transmisores del Espíritu.

Los seres dobles, por su condición energética natural, tienden a ser más conscientes de la realidad circundante. Y en el terreno amoroso este incremento de conciencia innato trasciende las nociones humanas conocidas. Sin duda, muchas de las ideas acerca del enamoramiento que se han fijado en la cultura provienen de experiencias nagual, solo que se han deformado, idiotizándose.

La experiencia de dos seres que son uno es sólo experiencia nagual. En otros casos, la máxima dimensión del amor concierne al éxtasis del corazón y el centramiento de la conciencia a través del cuerpo crístico, lo cual es excepcional incluso entre guerreros, pudiendo los guerreros naguales, como dijimos antes, proporcionar esta iluminación alquímica del corazón a otros.

Otra cosa es la experiencia mística de unidad con el espíritu donde todo es uno y que es dable a todos. Pero la conciencia con respecto a otro ser de corresponder a la misma yoidad es una experiencia atribuida a los seres dobles, quienes como guías de un grupo de chamanes conforman la cabeza de la serpiente emplumada o partida de guerreros.

Como término de este artículo mencionaremos que en los ámbitos de la energía, dentro del terreno sexual,  caben experiencias con intensidades orgásmicas muy superiores a lo comúnmente experimentado, pero no son estrictamente alquímicas porque no generan nuevas energías más finas al nivel del corazón, aunque permitan un desarrollo del cuerpo energético.

(1)

Sobre las diversas particularidades del hombre y la mujer en el terreno sexual hemos hablado en la sección (más abajo) que comenta el texto de Taisha Abelar, de su libro “donde cruzan los brujos”. Remitimos a consultar este texto del blog a quienes no lo conozcan y deseen más puntualizaciones de las que aquí estamos desarrollando acerca de la alquimia sexual.

(2)

Si imaginamos un cilindro alargado e inclinado sobre un plano, y en una de sus partes laterales, por encima de su mitad pero sin sobrepasar su borde superior, una bola ajustada en uno de sus lados, tenemos una imagen aproximada de lo explicado más arriba, donde el cilindro representa la banda del hombre y la bola el punto de encaje.

La banda del hombre es el nombre que recibe el conjunto de campos de energía dentro de una bola luminosa humana que están en el orden de emanaciones interiores con las que al ser humano le es dado evolucionar. El punto de encaje es el lugar dentro de la energía humana donde las emanaciones interiores encajan con las exteriores en algún lugar de la bola de luz. Su movimiento controlado otorga a un ser humano la condición de guerrero.

(3)

Los atributos del ser guerrero fueron dados a conocer al público por Carlos Castaneda en su obra “El fuego interno”, en el capítulo 2, titulado: los pinches tiranos. Estos atributos del ser guerrero fueron establecidos por el ver de los nuevos videntes y utilizados con éxito en los oscuros y terribles tiempos de la atroz y sanguinaria conquista española. Son llamados: control, disciplina, refrenamiento, la habilidad de escoger el momento oportuno y el intento. Y pertenecen al mundo interior del guerrero. Junto a un sexto elemento, no atributo del guerrero, sino externo a él y llamado pinche tirano, los nuevos videntes elaboraron su estrategia para vencer la importancia personal.

 

Base bibliográfica para profundizar en los conceptos toltecas:

De Carlos Castaneda:

Las enseñanzas de don Juan, una forma yaki de conocimiento

Una realidad aparte, nuevas conversaciones con don Juan

Relatos de poder

Viaje a Ixtlan

El segundo anillo de poder

El don del Águila

El fuego interno

El conocimiento silencioso

El arte de ensoñar

Pases Mágicos, las enseñanzas prácticas de don Juan

El lado activo del infinito

De Taisha Abelar:

Donde cruzan los brujos

De Florinda Donner Grau

Ser en el ensueño:

De Armando Torres:

Encuentros con el nagual, conversaciones con Carlos Castaneda

El secreto de la serpiente emplumada

De Vladimir Antonov:

(sus obras han sido colgadas en Internet por el autor a disposición libre de cualquier interesado)

Espiritualidad Nativa de las Américas: el Camino del Corazón

Libro del guerrero del espíritu



También recomendamos el compendio de Ken Eagle Feather titulado El camino tolteca que, aunque un tanto alambicado en su conjunto, constituye un intento interesante por aportar nuevas informaciones en el ámbito chamánico.




COMENTARIOS A TEXTOS DE CASTANEDA




Carlos Castaneda fue un doctor en antropología que investigó y reveló aspectos totalmente desconocidos hasta sus escritos, para los estudiosos occidentales, de las antiguas culturas mesoamericanas. Podríamos decir, como Nietzsche, que la desproporción entre la grandeza de su tarea y la pequeñez de sus contemporáneos, sigue reflejándose en la polémica suscitada entre sus propios colegas antropólogos, incapaces, junto a un elevado espectro del mundo académico, y no académico, de reconocer, mínimamente, todavía, el alcance total de las antiquísimas enseñanzas toltecas, tan elegantemente mostradas por él en sus libros (con precisión cada vez mayor, sobre todo, a partir de su tesis doctoral, publicada en la editorial Fondo de Cultura Económica con el título de Viaje a Ixtlan).

Los conceptos toltecas utilizados por Carlos Castaneda entretejen un mapa de navegación más concordante con la cultura filosófica occidental que los discursos orientalistas, haciendo avanzar a nuestra tradición más allá de la fenomenología, el marxismo, el existencialismo, el estructuralismo, el psicoanálisis o el postmodernismo hermenéutico y posibilitando una vía concreta hacia la percepción pura o desprejuiciada, sin a prioris, husserliana, enfrentando así, con un alcance total, la que debería ser la cuestión principal de todo filosofar verdadero: el problema de la libertad.
Decía el filósofo John Stuart Mill, en su obra “Sobre la libertad”, que “Las opiniones y las costumbres falsas ceden gradualmente ante los hechos y los razonamientos; pero para que los hechos y las razones produzcan alguna impresión sobre el espíritu es necesario que se expongan”.
Una exposición capaz de hacer ceder las opiniones y las costumbres falsas de nuestra neurótica cultura es lo que hallamos a lo largo de todas las obras de Carlos Castaneda; cuerpo de conocimiento complementado por las obras de sus colegas, también doctoras en antropología, Taisha Abelar y Florinda Donner-Grau. En esta sección iremos presentando algunas citas de sus obras y comentándolas.


El lado activo del infinito


“¿Qué es, don Juan? pregunté. Veo sombras fugaces negras por todos lados.
Ah, es el universo en su totalidad -dijo, inconmensurable, no lineal, fuera del reino de la sintaxis. Los chamanes del México antiguo fueron los primeros que vieron esas sombras fugaces, así es que las siguieron. Las vieron como tú las viste hoy, y las vieron como energía que fluye en el universo. Y, sí, descubrieron algo trascendental. (…)



Descubrieron que tenemos un compañero de por vida dijo de la manera más clara que pudo. Tenemos un predador que vino desde las profundidades del cosmos y tomó control sobre nuestras vidas. Los seres humanos son sus prisioneros. El predador es nuestro amo y señor. Nos ha vuelto dóciles, indefensos. Si queremos protestar, suprime nuestras protestas. Si queremos actuar independientemente, nos ordena que no lo hagamos. (…)



Has llegado, a través de tu propio esfuerzo, a lo que los chamanes del México antiguo llamaban el tema de temas dijo don Juan. (…)



Hay una explicación replicó don Juan, y es la explicación más simple del mundo. Tomaron posesión porque para ellos somos comida, y nos exprimen sin compasión porque somos su sustento. (…)



¿Pero de qué manera pueden hacer esto, don Juan? pregunté, de cierto modo más enojado aún por sus afirmaciones. ¿Susurran todo esto en nuestros oídos mientras dormimos?
No, no lo hacen de esa manera, ¡eso es una idiotez! dijo don Juan, sonriendo. Son infinitamente más eficaces y organizados que eso. Para mantenernos obedientes y dóciles y débiles, los predadores se involucraron en una maniobra estupenda (estupenda, por supuesto, desde el punto de vista de un estratega). Una maniobra horrible desde el punto de vista de quien la sufre. ¡Nos dieron su mente! ¿Me escuchas? Los predadores nos dieron su mente, que se vuelve nuestra mente. La mente del predador es barroca, contradictoria, mórbida, llena de miedo a ser descubierta en cualquier momento. (…)



»Aunque nunca has sufrido hambre continuó, sé que tienes unas ansias continuas de comer, lo cual no es sino las ansias del predador que teme que en cualquier momento su maniobra será descubierta y la comida le será negada. A través de la mente, que después de todo es su mente, los predadores inyectan en las vidas de los seres humanos lo que sea conveniente para ellos. Y se garantizan a ellos mismos, de esta manera, un grado de seguridad que actúa como amortiguador de su miedo.
No es que no pueda aceptar esto como válido, don Juan dije. Podría, pero hay algo tan odioso al respecto que realmente me causa rechazo. Me fuerza a tomar una posición contradictoria. Si es cierto que nos comen, ¿cómo lo hacen?
Don Juan tenía una sonrisa de oreja a oreja. Rebosaba de placer. Me explicó que los chamanes ven a los niños humanos como extrañas bolas luminosas de energía, cubiertas de arriba a abajo con una capa brillante, algo así como una cobertura plástica que se ajusta de forma ceñida sobre su capullo de energía. Dijo que esa capa brillante de conciencia era lo que los predadores consumían, y que cuando un ser humano llegaba a ser adulto, todo lo que quedaba de esa capa brillante de conciencia era una angosta franja que se elevaba desde el suelo hasta por encima de los dedos de los pies. Esa franja permitía al ser humano continuar vivo, pero sólo apenas.
Como si hubiera estado en un sueño, oí a don Juan Matus explicando que, hasta donde él sabía, la humanidad era la única especie que tenía la capa brillante de conciencia por fuera del capullo luminoso. Por lo tanto, se volvió presa fácil para una conciencia de distinto orden, tal como la pesada conciencia del predador.
Luego hizo el comentario más injuriante que había pronunciado hasta el momento. Dijo que esta angosta franja de conciencia era el epicentro donde el ser humano estaba atrapado sin remedio. Aprovechándose del único punto de conciencia que nos queda, los predadores crean llamaradas de conciencia que proceden a consumir de manera despiadada y predatorial. Nos otorgan problemas banales que fuerzan a esas llamaradas de conciencia a crecer, y de esa manera nos mantienen vivos para alimentarse con la llamarada energética de nuestras seudopreocupaciones.
Algo debía de haber en lo que don Juan decía, pues me resultó tan devastador que a este punto se me revolvió el estómago.
Después de una pausa suficientemente larga para que me pudiera recuperar, le pregunté a don Juan:
¿Pero por qué, si los chamanes del México antiguo, y todos los chamanes de la actualidad, ven los predadores no hacen nada al respecto?
No hay nada que tú y yo podamos hacer dijo don Juan con voz grave y triste. Todo lo que podemos hacer es disciplinarnos hasta el punto de que no nos toquen. ¿Cómo puedes pedirles a tus semejantes que atraviesen los mismos rigores de la disciplina? Se reirán y se burlarán de ti, y los más agresivos te darán una patada en el culo. Y no tanto porque no te crean. En lo más profundo de cada ser humano, hay un saber ancestral, visceral acerca de la existencia del predador. (…)


El predador que don Juan había descrito no era benévolo. Era enormemente pesado, vulgar, indiferente. Sentí su despreocupación por nosotros. Sin duda, nos había aplastado épocas atrás, volviéndonos, como don Juan había dicho, débiles, vulnerables y dóciles. Me quité la ropa húmeda, me cubrí con un poncho, me senté en la cama, y lloré desconsoladamente, pero no por mí. Yo tenía mi ira, mi intento inflexible, para no dejarme comer. Lloré por mis semejantes, especialmente por mi padre. Nunca supe, hasta ese momento, que lo quería tanto.
Nunca tuvo la opción me escuché repetir una y otra vez, como si las palabras no fueran realmente mías. Mi pobre padre, el ser más generoso que conocía, tan tierno, tan gentil, tan indefenso.”

Carlos Castaneda, “El lado activo del infinito”

 



COMENTARIO


Los voladores del chamanismo son una de las clases de energías invasoras que en medicina china se consideran causantes de las enfermedades y para cuya defensa se utilizan los movimientos de chi kung, yoga o kung fu.

Uno puede enfrentarlos como enemigos invisibles al acecho, capaces de una emboscada en cualquier momento, o los puede considerar como lo que realmente son: Una suerte de carroñeros galácticos, siempre  buscando el mejor modo de drenar nuestra energía.

Sólo se les puede hacer frente a través de la disciplina espiritual, fortaleciendo la voluntad, o dan-tien  (punto medio del cuerpo), el chakra del corazón  y el tercer ojo.

El dan-tien, o voluntad, es la conciencia corporal que mantiene centrado al guerrero en el mundo físico. Desde este centro el guerrero se asienta en el mundo mientras invoca al poder o espíritu con su intento. La cualidad que gobierna el cuerpo se denomina audacia o conocimiento.

A través de la energía del corazón, cuya máxima expresión (denominada  gracia o bienaventuranza) se obtiene por medio de la  devoción (Oriente) o abandono al espíritu  (la fe de la cultura judeocristiana), comenzamos a repeler a  los depredadores energéticos. Se activa la glándula timo y el guerrero comienza a amar incondicionalmente y a tomar decisiones desde el corazón.

Cuando se activa el tercer ojo comenzamos a verlos. La búsqueda del silencio interno, la verdadera protección contra sus ataques, se convierte, más que nunca, en el objetivo de objetivos. Desde aquí cultivamos una actitud de frialdad o desapego.

Libre de toda obsesión, el guerrero de la libertad total se esfuerza por equilibrar lo terrible con lo maravilloso. Sabe que en el océano acechan los tiburones, mas que también puede emular a los delfines…



DONDE CRUZAN LOS BRUJOS


(el siguiente texto es un extracto de una conversación entre Clara Grau y su discípula Taisha Abelar, tal como aparece en el libro de esta última, Donde Cruzan los Brujos, publicado por Gaia ediciones)


-Tú y yo somos muy parecidas -indicó . Nos enseñaron a ser pasivas, serviles y a adaptarnos a las circunstancias, pero por dentro estamos hirviendo. Somos como un volcán a punto de hacer erupción, y lo que aumenta nuestra frustración aún más es el hecho de no tener sueños o expectativas, excepto el de conocer algún día al hombre perfecto que nos rescatará de nuestra infelicidad (…). Siempre has tratado con amabilidad a los hombres y te han chupado todo lo que tienes. ¡¿No sabías que los hombres se alimentan de la energía de las mujeres?! (…)
-Antes de que podamos hablar sobre algo significativo, al menos tendrás que estar consciente de tu elaborado séquito. (…)
-Me refiero a tu carga de emociones y pensamientos habituales, a tu historia personal. A todo lo que te convierte en lo que crees ser, una persona única y
especial. (…)
-Esas emociones y pensamientos habituales representan el origen de todos nuestros problemas. (…)
-Voy a enseñarte cosas inimaginables. (…)
-A partir de ahora debes llevar una vida en la que la conciencia ocupe la primera plana (…). Tienes que evitar todo lo que debilite y dañe tu cuerpo o tu
mente. (…)
-Estar divididos es nuestra condición humana (…), pero nuestra división no es entre la mente y el cuerpo, sino entre el cuerpo, que aloja a la mente o el yo, y el doble, que es el receptáculo de nuestra energía básica. (…)
Explicó que, previo al nacimiento, la dualidad impuesta al hombre no existe, pero que a partir del nacimiento las dos partes son separadas debido a la
fuerza ejercida por el intento de la humanidad. Una parte se vuelve hacia el exterior y se convierte en el cuerpo físico; la otra, hacia el interior y se convierte en el doble. Al morir, la parte más pesada, el cuerpo, regresa a la tierra para ser absorbida por ella, y la parte ligera, el doble, se libera. Pero
desafortunadamente, puesto que el doble no fue perfeccionado nunca, experimenta la libertad por sólo un instante antes de dispersarse en el universo.
Si morimos sin haber borrado nuestro falso dualismo del cuerpo y la mente, morimos una muerte ordinaria.
(…) reveló, en tono confidencial, que morimos porque la posibilidad de ser transformados no forma parte de nuestros conceptos. Subrayó que dicha transformación tiene que lograrse mientras estemos vivos y que, llevar a cabo con éxito esta tarea, es el único propósito verdadero que un ser humano puede tener. Todos los demás logros son transitorios, puesto que la muerte los disuelve en la nada.
-¿Qué implica esta transformación? -pregunté.
-Implica un cambio total replicó . Y eso se logra por medio de la recapitulación: la piedra angular en el arte de la libertad. El arte que te enseñaré se llama el arte de la libertad. Un arte infinitamente difícil de practicar, pero aún más difícil de explicar. (…)
-Todos fuimos educados para vivir en una especie de limbo, en el que nada importa excepto gratificaciones insignificantes e inmediatas. Y las mujeres somos unas verdaderas maestras de ese estado. Hasta que no recapitulemos, no podemos superar nuestra educación (…). Clara explicó que debemos comenzar la recapitulación enfocando nuestra atención primero en la actividad sexual que hayamos tenido en el pasado.


-¿Por qué hay que empezar ahí? -pregunté, recelosa.
-Ahí es donde está atrapada la mayor parte de nuestra energía -explicó Clara. ¡Por eso debemos liberar esos recuerdos primero! Con la voz autoritaria de una maestra que ilustra a la neófita, explicó que las mujeres, más que los hombres,
son los auténticos soportes del orden social y que a fin de cumplir con este papel han sido educadas de manera uniforme en todo el mundo para estar al
servicio de los hombres. (…) El aspecto diabólico de la posición servil de las
mujeres es que no parece tratarse simplemente de una prescripción social, sino de un imperativo biológico fundamental. (…)
Explicó que cada especie cuenta con un imperativo biológico a fin de perpetuarse y que la naturaleza proporciona las herramientas idóneas para asegurar que la fusión de energías femenina y masculina tenga lugar de la manera más eficiente.
Afirmó que en el ámbito humano, si bien la función primaria del coito es la procreación, asimismo tiene una función secundaria y encubierta, la cual es
garantizar el flujo continuo de energía de las mujeres a los hombres.
Clara puso tal énfasis en la palabra “hombres” que me vi obligada a preguntar:
-¿Por qué lo dices como si sólo ocurriese en un solo sentido? ¿No implica el acto sexual un intercambio parejo de energía entre el hombre y la mujer?
-No replicó, contundente. Los hombres depositan líneas específicas de energía en el cuerpo de las mujeres. Son como tenias luminosas que se mueven dentro del útero, chupando la energía. Son colocadas ahí (…) para asegurar que una provisión constante de energía llegue al hombre que las depositó. Estas líneas de energía, establecidas por medio del coito, reúnen y roban la energía del cuerpo femenino, en beneficio del hombre que las dejó ahí. (…)
-No es que acepte ni por un momento lo que estás diciendo, Clara afirmé, pero por simple curiosidad dime cómo fue que llegaste a una noción tan absurda.
-Alguien te aleccionó sobre todo esto, ¿verdad?
-Sí, mi maestro me explicó todo ello. Al principio tampoco le creí -admitió-, pero también me enseñó el arte de la libertad, y eso significa que aprendí a
ver el flujo de energía. Ahora sé que sus apreciaciones eran ciertas, porque yo misma puedo distinguir los filamentos parecidos a gusanos en los cuerpos de las mujeres. Tú, por ejemplo, tienes varios, y todos siguen activos.
Supongamos que sea verdad, Clara -dije, desasosegada-. Aunque sólo sea para continuar la discusión, déjame preguntarte por qué habría de ser posible una cosa así. ¿No es este flujo unilateral de la energía injusto con las mujeres?
¡El mundo entero es injusto con las mujeres! -exclamó. (…)
-En nuestro caso, el imperativo de la naturaleza es perpetuar la especie humana. A fin de asegurar esto, las mujeres deben soportar una carga excesiva en el nivel básico de su energía. Y eso significa un flujo de energía que las agota.
-Pero aún no explicas por qué tiene que ser así
-protesté, (…)
-Las mujeres constituyen el fundamento para la perpetuación de la especie humana replicó Clara. La mayor parte de la energía proviene de ellas, no sólo
al gestar, parir y alimentar a su prole, sino también para asegurar que el hombre juegue el papel que le corresponde en todo este proceso.
Clara explicó que dicho proceso, en el caso ideal, asegura que la mujer alimenta energéticamente a su hombre, a través de los filamentos depositados por él en su cuerpo, de modo que el hombre desarrolla una misteriosa dependencia hacia ella en un nivel etéreo.
Esto se manifiesta en la conducta patente del hombre, al regresar una y otra vez con la misma mujer, a fin de conservar su fuente de subsistencia. De esta manera, afirmó Clara, la naturaleza asegura que los hombres, además del impulso inmediato de la gratificación sexual, establezcan lazos más
permanentes con las mujeres.
-Es ya bastante malo que un hombre deje líneas de energía en el cuerpo de una mujer -prosiguió Clara, aunque es necesario para tener prole y para asegurar
la supervivencia de ésta. Pero llevar dentro las líneas de energía de diez o veinte hombres, alimentándose de su luminosidad, es más de lo que
cualquiera puede soportar. Con razón las mujeres no consiguen nunca levantar la cabeza.
-¿Puede una mujer deshacerse de esas líneas? -pregunté, cada vez más convencida de que había algo de verdad en lo que Clara decía-.
-Una mujer carga esos gusanos luminosos por siete años; después de este tiempo, desaparecen o se desvanecen. Pero lo más funesto es que, cuando los
siete años están a punto de cumplirse, todo el ejército de gusanos, desde el primer hombre que tuvo una mujer hasta el último, empieza a agitarse al mismo
tiempo, de modo que la mujer se siente impulsada a tener relaciones sexuales de nuevo. Entonces todos los gusanos vuelven a la vida con más fuerza que nunca, a fin de alimentarse con la energía luminosa de la mujer durante otros siete años. En verdad es un ciclo sin fin.
-¿Y si la mujer es célibe? -pregunté . ¿Los gusanos se extinguen sin más?
-Sí, si logra resistirse al sexo por siete años. Pero es casi imposible para una mujer guardar este tipo de celibato en nuestra época, a menos que se haga monja o tenga el dinero suficiente para mantenerse. E incluso en estos casos requiere una forma de pensar totalmente distinta.
-¿Por qué es eso, Clara?
-Porque no sólo constituye un imperativo biológico que las mujeres tengan relaciones sexuales, sino también un mandato social.
-Entonces Clara me dio un ejemplo sumamente desconcertante y perturbador. Según afirmó, puesto que somos incapaces de ver el flujo de energía, es
posible que sin necesidad estemos perpetuando patrones de comportamiento o interpretaciones emocionales relacionados con dicho flujo invisible de energía. Por ejemplo, es equivocada la exigencia social de que las mujeres se casen o al menos se ofrezcan a los hombres, así como también es equivocado que las
mujeres no se sientan realizadas a menos de tener el semen de un hombre dentro de ellas. Es cierto que las líneas de energía de un hombre les otorgan un
propósito y las obligan a cumplir con sus destinos biológicos: alimentar a los hombres y a su prole. Pero los seres humanos son lo bastante inteligentes como
para exigirse algo más que sólo cumplir con el imperativo de la reproducción. Afirmó que evolucionar, por ejemplo, representa un imperativo igual en
importancia, si no es que mayor, que reproducirse; y que, en este caso, evolucionar implica despertar a las mujeres a que vean su verdadero papel en el esquema energético de la reproducción.
Entonces pasó a un nivel personal y señaló que yo, al igual que todas las mujeres, fui educada por una madre que consideraba como su función principal educarme para que hallara a un marido conveniente y no sufriera el estigma de ser una solterona. En realidad fui criada, como un animal, para tener relaciones
sexuales, sea cual fuera el nombre que mi madre eligió darle.
-Tú, al igual que todas las mujeres, has sido engañada y obligada a someterte. Y lo más triste es que te encuentras atrapada dentro de este patrón, aunque no
pienses procrear. Para despertar debes romper un círculo vicioso.

 

COMENTARIO
En este revelador texto de Taisha Abelar encontramos claves fundamentales que cualquier mujer, en primer lugar, pero también cualquier hombre,  deberían tener en cuenta en un trabajo serio sobre sí.
Encontramos aquí claros paralelismos con  antiguos textos de yoga según los cuales no es recomendable una vida sexualmente licenciosa para las mujeres, que incluso pueden enfermar o dañar su útero por tales hábitos. Siendo en realidad, lo que normalmente se ha interpretado como un argumento moral a favor de un control de la sexualidad, una propuesta en la ordenación de la conducta sexual para evitar desequilibrios energéticos que frenan la realización del Sí mismo.
El yoga, al abogar por la posición brahmachari, lo  que literalmente significa estar en el camino de Brahma, y que debe interpretarse como un modo de ser, comedido en el gasto de energía, que posibilita el despertar de la conciencia, insta a un estudio de sí para conocer qué acciones nos acercan o alejan de la meta espiritual y de la concentración necesaria para seguir la senda de la autorrelización.

En el caso del hombre


Veamos ahora cómo puede entenderse la actitud brahmachari, en primer lugar, en el caso del hombre. Este  debe conocer su energía básica natural para poder establecer si puede permitirse o no el desgaste energético que supone el acto de eyacular, y en cualquier caso, qué frecuencia eyaculatoria es permisible para un óptimo desenvolvimiento de su disciplina espiritual, de modo que ésta siempre se vea fortalecida y no resquebrajada.
Los antiguos conocimientos sexuales taoístas, así como las vías tántricas en yoga, han explorado este terreno, arrojando luz sobre la alquimia sexual y el cultivo del espíritu a través de las artes amatorias. En este sentido, por medio de tal cultivo, los amantes pueden utilizar la energía sexual para incrementar su campo energético y alcanzar así estados samádhicos, o de iluminación.
El hombre puede dejar de sentir la necesidad de expulsar fuera su energía seminal durante el acto sexual al alcanzar un nivel de trascendencia durante el juego del amor que frena este impulso eyaculatorio, de manera que su centro emocional se colma de gracia y propulsa la energía hacia estados de conciencia superior, frente a los cuales el sexo ordinario o los impulsos sexuales eyaculatorios descontrolados pierden todo su poder, al emerger una nueva voluntad en el terreno del encuentro sexual que dota de plena libertad para decidir qué hacer con la energía seminal. Llegados a este dominio de sí los amantes pueden escoger, por ejemplo, utilizar esta energía para concebir, o pueden, según las cualidades de su tipología individual, explorar el orgasmo eyaculatorio con plena conciencia de sus posibilidades energéticas, aplicando  la retención, o no, según la necesidad. Esto es el estado de brahmachari para un hombre llevado al terreno de la sexualidad. (La otra versión para la contención de la energía seminal es lo que se denomina celibato; vía que debe ser escogida según el conocimiento de sí que uno posea, por elección propia o ante la imposibilidad de cultivar el tao sexual con una pareja).


En el caso de la mujer


La practica individual de ejercicios de yoga y/o chi-kung junto a la meditación y estudio de las enseñanzas de los sabios correspondientes a la vía seguida por cada cual, unido al servicio devocional, preparan al adepto para explorar la vía del amor sexual.
La mujer ha sido, de un modo especialmente desmedido, encerrada en el olvido de sí. Con ello estamos diciendo que, al ser su poder energético natural mayor que el del hombre, ha sido doblemente castigada por las fuerzas adversas al desenvolvimiento de la vida consciente aquí en la Tierra. Sólo desde una perspectiva universal que contemple al ser humano en su relación al cielo y a las inconmensurables fuerzas que nos afectan (sin que seamos conscientes de ellas en un nivel ordinario) puede comprenderse lo que estamos exponiendo.
La mujer posee un segundo cerebro u órgano de la percepción que el hombre no tiene, el útero. Por ello, la represión de la conciencia femenina no se limitó únicamente a una reducción del ser a través del control mental necesario para velar la luz del hombre, fue necesaria una desconexión de su útero también, lo que representa sufrir un grado de represión mayor que el hombre, al ser  su poder energético también mayor.
Así pues, la mujer, en su proceso de despertar, que incluye la reconexión a su útero, despertando sus funciones secundarias, situadas mucho mas allá del imperativo de la reproducción, debe aplicar determinadas pautas en su disciplina espiritual, exclusivas de su condición energética, para lograr el pleno despertar de su conciencia.
O se sumergen de forma total en la enseñanza (esto se llama ir contra corriente cultivando un intento inflexible), para lo cual no es fácil encontrar guías, o pueden recibir asaltos muchos más duros por parte del mundo que los hombres…
Tal intento inflexible las puede guiar hacia el celibato, hacia una compañero con quien explorar las artes de alcoba o, sencillamente, a lo que más convenga según dictamine el espíritu.

En cualquiera de los dos casos, si vamos a tener relaciones íntimas, debemos utilizar la percepción acrecentada para saber si esto nos va a beneficiar o no. Aprendemos luchando, pero nunca jugando a dos bandos (el del mundo social predatorial y el de la búsqueda de la libertad).